- Pequeña introducción al caos
Pocos conceptos están tan presentes en el lenguaje del vino —y a la vez son tan poco comprendidos— como el tanino. Se habla de taninos finos, dulces, rugosos, secantes, verdes o integrados, pero ¿qué es exactamente un tanino? ¿Qué estructura tiene? ¿De dónde viene? ¿Cómo se transforma? ¿Y por qué puede hacer que un vino sea elegante o difícil, amable o rudo?
Este artículo —dividido en dos entregas para no abrumar a los incautos que se acerquen— busca responder a esas preguntas con la profundidad que merece el tema. Porque entender los taninos no es solo conocer una molécula: es asomarse a la arquitectura invisible que da forma, textura y futuro al vino.
En esta primera parte abordaremos su naturaleza química, su origen en la uva y la madera, y los procesos de polimerización que transforman su forma y su efecto. En la segunda parte hablaremos de su percepción sensorial, su evolución durante la crianza, su presencia en blancos y espumosos, y su relación con otros pilares del vino como la acidez.
No tengáis miedo: no sólo de beber vino vive el hombre, la enología también es fascinante.
- ¿Qué es un tanino? La base química
2.1. Definición y clasificación de los taninos
Los taninos son compuestos fenólicos de alto peso molecular presentes en diversas partes de las plantas, incluyendo la piel, las semillas y los raspones de las uvas, así como en la madera de las barricas utilizadas en la crianza del vino. Se caracterizan por su capacidad para precipitar proteínas y por su condición astringente, que contribuye significativamente a la estructura y complejidad del vino.
Desde el punto de vista químico, los taninos se clasifican en dos grandes grupos:
- Taninos hidrolizables: Formados por la unión (vía esterificación) de ácidos fenólicos como el gálico o el elágico, con un núcleo central de glucosa u otros azúcares. Son susceptibles a la hidrólisis ácida o enzimática, liberando sus componentes fenólicos y azucarados. Se encuentran en menor proporción en el vino y son más comunes en ciertas maderas utilizadas en la elaboración de barricas.
- Taninos condensados o proantocianidinas: Polímeros de flavan-3-oles, como la catequina y la epicatequina, que se encuentran predominantemente en las uvas y, por ende, en los vinos. Son más resistentes a la hidrólisis y contribuyen en mayor medida a la astringencia y al potencial de envejecimiento del vino.
2.2. Estructura química de los fenoles y polifenoles
Los fenoles son compuestos orgánicos que contienen uno o más grupos hidroxilo (-OH) unidos directamente a un anillo aromático. Esta estructura les confiere propiedades antioxidantes y la capacidad de interactuar con proteínas y otras macromoléculas.
Los polifenoles son moléculas que contienen múltiples unidades fenólicas. En el contexto del vino, los polifenoles más relevantes incluyen:
- Flavonoides: Como los flavan-3-oles (catequina, epicatequina), que son la base de los taninos condensados, y las antocianinas, responsables del color y parte del sabor del vino tinto.
- No flavonoides: Como los ácidos fenólicos (ácido gálico, ácido elágico), que forman parte de los taninos hidrolizables, y los estilbenos como el resveratrol.
La estructura y concentración de estos compuestos varían según la variedad de uva, las condiciones de cultivo y las prácticas enológicas.
2.3. Polimerización y su impacto en el vino
La polimerización es el proceso mediante el cual los monómeros de flavan-3-oles se unen para formar taninos condensados de mayor peso molecular. Este proceso puede ocurrir durante la maduración de la uva, la fermentación y la crianza del vino.
La longitud y complejidad de estos polímeros afectan directamente las propiedades sensoriales del vino:
- Taninos de bajo grado de polimerización: Suelen ser más astringentes y amargos, contribuyendo a una sensación de sequedad en boca.
- Taninos de alto grado de polimerización: Tienden a ser más suaves y redondos, aportando estructura y complejidad sin excesiva astringencia.
Además, los taninos pueden interactuar con otras moléculas del vino, como las proteínas y los polisacáridos, modulando su percepción sensorial y estabilidad.
2.4. Taninos y color: la química de la copa
Aunque los taninos son conocidos sobre todo por su efecto táctil —esa sensación de sequedad o aspereza en boca—, su papel en el vino va mucho más allá de lo sensorial: son actores fundamentales en la estabilidad del color, especialmente en los vinos tintos.
El color del vino tinto proviene de los antocianos (también llamadas antocianinas), pigmentos hidrosolubles que se encuentran en la piel de las uvas tintas. Estas moléculas son inicialmente inestables y muy sensibles al entorno: su forma y color pueden variar en función del pH, del oxígeno, del grado alcohólico o de la presencia de sulfitos. Por eso, si no se interviene en su evolución química, el color del vino se puede perder con rapidez, virando hacia tonos pardos o apagados.
Aquí es donde entran los taninos: durante la fermentación y la crianza, los taninos condensados pueden reaccionar con las antocianinas mediante enlaces covalentes, formando complejos más grandes y estables. Este fenómeno se conoce como copigmentación y es clave para la longevidad del color en vinos tintos.
¿Qué efectos tienen estas interacciones?
- Mayor estabilidad del color frente a oxidación o variaciones de pH.
- Coloraciones más intensas y estables a largo plazo (con predominio de tonos púrpura, rubí o granate, según la evolución).
- Menor pérdida de antocianinas libres, ya que quedan protegidas al integrarse en estructuras más complejas.
Este proceso no ocurre de forma inmediata: requiere condiciones adecuadas de extracción, concentración fenólica suficiente y tiempo de evolución, ya sea en depósitos o en barrica. De hecho, en vinos con taninos escasos o de baja reactividad, la pérdida de color puede ser más rápida, aunque el vino conserve cualidades aromáticas o gustativas.
Por tanto, los taninos no sólo estructuran el vino: también fijan el color, aunque no siempre sea evidente a ojos inexpertos.
- ¿De dónde vienen?
Para comprender el papel de los taninos en el vino, no basta con saber qué son: hay que conocer de dónde provienen. Aunque todos pertenecen a la familia de los compuestos fenólicos, su origen dentro del fruto o del proceso enológico determina su estructura molecular, su reactividad y, por tanto, su efecto sensorial.
3.1. Los taninos de la uva
Las uvas —especialmente las tintas— contienen taninos en tres estructuras diferenciadas: la piel, la semilla (pepita) y el raspón (escobajo). Cada una aporta taninos con características químicas y organolépticas distintas.
Los taninos presentes en la piel de la uva son predominantemente proantocianidinas no galloiladas, con estructuras de bajo grado de polimerización, pero configuraciones moleculares más abiertas y menos reactivas con las proteínas salivales. Esta menor afinidad reduce la percepción de astringencia, dando lugar a una sensación táctil más sedosa y envolvente.
Además, la matriz fenólica de la piel está compuesta también por flavonoles y antocianinas, que pueden interactuar con los taninos y modificar su expresión sensorial mediante copigmentación y formación de agregados supramoleculares. Estas interacciones mitigan la astringencia percibida o reducen el amargor inicial, especialmente si la extracción se realiza con uvas fisiológicamente maduras y bajo condiciones térmicas controladas.
Los taninos de la pepita, en cambio, presentan una estructura química más rígida, con un mayor contenido de grupos galloilos (taninos galloilados) que incrementan su reactividad con las proteínas y, por tanto, su capacidad de generar astringencia intensa y amargor perceptible. Suelen tener una mayor densidad de enlaces interflavánicos, lo que les otorga más estabilidad, pero también más agresividad sensorial si se extraen en exceso o con uvas inmaduras.
Durante la vinificación, su extracción se ve favorecida en condiciones de alto contenido alcohólico y maceraciones prolongadas, lo que puede resultar deseable en ciertos estilos, pero requiere una gestión precisa.
El raspón contiene taninos lignificados que pueden aportar estructura firme y sensación de tensión tánica, pero también compuestos vegetales como pirazinas, responsables de notas herbáceas o verdes si se utilizan en exceso o con escasa madurez.
Algunas elaboraciones contemporáneas —especialmente en variedades como Pinot Noir, Syrah o Garnacha— optan por incluir una parte o la totalidad del raspón para ganar verticalidad, frescura y un perfil más lineal, especialmente en climas cálidos. Pero su uso requiere experiencia, ya que puede dominar fácilmente el perfil del vino.
3.2. Los taninos de la madera
La crianza en barrica añade al vino una fracción tánica complementaria, que proviene de la degradación térmica controlada de la madera de roble (generalmente Quercus alba, Quercus robur o Quercus petraea).
Los taninos de la madera son taninos hidrolizables, fundamentalmente elagitaninos, que derivan del ácido elágico y forman complejos fenólicos con alta capacidad antioxidante y bajo impacto astringente directo. A diferencia de los taninos de la uva, su efecto es más estructural y aromático que táctil.
El tipo de roble, su grado de tostado, la edad de la barrica y el tiempo de contacto con el vino determinan su perfil final:
- Roble francés: taninos más finos, más elagitaninos y notas especiadas.
- Roble americano: más lactonas, más dulzor aromático (vainilla, coco), menos taninos reactivos.
Además, la barrica actúa como un vector de microoxigenación pasiva, permitiendo el ingreso de pequeñas cantidades de oxígeno que favorecen la polimerización de los taninos del vino, su estabilización colorante y su integración general.
3.3. Consideraciones prácticas
La contribución final de cada tipo de tanino dependerá de:
- La variedad de uva (y su proporción piel-pepita-raspón)
- La madurez fenólica (clave para evitar astringencia verde o excesiva)
- Las decisiones enológicas: tipo de fermentación, duración de la maceración, temperatura, uso de técnicas extractivas… (remontados, delestage, pigeage)
- El tipo de crianza (inoxidables, hormigón, barrica nueva o usada…)
Por todo ello, no existe un tanino único, ni una única sensación tánica. El resultado final es una sinfonía molecular en la que intervienen cientos de compuestos polifenólicos, modulados por el tiempo, el oxígeno y la mano del elaborador. Saber de dónde vienen es, por tanto, el primer paso para comprender por qué un tanino puede ser rugoso o sedoso, afilado o redondo, terroso o elegante.
4. Polimerización: cómo se transforma un tanino
El vino no es una fotografía; es una película en movimiento químico. Entre sus protagonistas más activos durante la crianza están los taninos, y una de las transformaciones más significativas que experimentan es la polimerización: la conversión de pequeñas unidades fenólicas en estructuras más grandes, complejas y sensorialmente diferentes.
4.1. ¿Qué es la polimerización?
En términos químicos, la polimerización es un proceso por el cual moléculas monoméricas —en este caso, unidades de flavan-3-oles como catequina y epicatequina— se enlazan para formar polímeros más largos, también conocidos como taninos condensados o proantocianidinas.
Estos enlaces pueden ser:
- Interflavánicos (C–C): muy estables, comunes en los taninos de la uva.
- Éteres (C–O–C): menos frecuentes, pero relevantes en condiciones oxidativas.
- Mixtos o derivados de reacciones con antocianinas: importantes en la estabilización del color (como vimos en 2.4).
El grado de polimerización (GP) puede oscilar desde dímeros hasta decámeros o más, y su crecimiento es dinámico y no lineal: depende del entorno químico, del oxígeno, del tiempo y de las interacciones con otras moléculas del vino.
4.2. La evolución de los taninos con el tiempo
Durante la crianza en barrica o botella, los taninos evolucionan a través de dos mecanismos fundamentales:
- Polimerización directa: Las unidades de flavanoles se unen entre sí, aumentando el peso molecular del polímero. Estos taninos más grandes tienen menor afinidad por las proteínas salivales, lo que reduce la percepción de astringencia.
- Reacciones con antocianos y acetaldehído: En ambientes oxidativos suaves (como los que permite una barrica), los taninos pueden reaccionar con otros compuestos del vino, formando estructuras híbridas que estabilizan el color y modifican la textura del vino.
Este proceso se da en tres fases (según Fulcrand et al., 1998):
- Formación de oligómeros tánicos.
- Asociaciones tanino-tanino y tanino-antocianina.
- Precipitación parcial de taninos polimerizados muy grandes.
Por eso, en vinos bien criados, se observa una transición desde taninos punzantes y secantes hacia taninos redondos, integrados, con sensación de volumen.
4.3. Taninos cortos vs taninos largos: una diferencia táctil
A nivel sensorial, el grado de polimerización es uno de los factores que más influencia tiene en la percepción táctil del vino:
- Taninos cortos (bajo GP):
- Mayor reactividad con proteínas salivales.
- Sensación de astringencia agresiva, seca, incluso con una sensación afilada o punzante, a veces descrita como metálica.
- Asociados a vinos jóvenes o mal gestionados.
- Taninos largos (alto GP):
- Menor reactividad directa.
- Astringencia más difusa y suave, con sensación de volumen.
- Característicos de vinos con crianza, bien estructurados.
Curiosamente, hay un punto de inflexión: cuando el tanino se polimeriza en exceso, puede volverse tan grande que pierde solubilidad y precipita, desapareciendo parcialmente del vino. Esto explica por qué algunos tintos viejos pierden fuerza tánica con el tiempo.
4.4. El papel del oxígeno, la temperatura y el tiempo
La polimerización no ocurre sola. Necesita tiempo, condiciones controladas y, sobre todo, oxígeno:
- Oxígeno: Esencial para desencadenar la formación de acetaldehído, que actúa como puente entre taninos y antocianinas. La microoxigenación pasiva en barrica, o la técnica controlada en depósitos, son herramientas clave para modular esta evolución.
- Temperatura: A mayor temperatura, mayor movilidad molecular y velocidad de reacción. Por eso, la crianza en bodega debe estar finamente controlada: demasiado frío ralentiza el desarrollo; demasiado calor provoca desequilibrios oxidativos.
- Tiempo: No todos los taninos reaccionan a la misma velocidad. La cinética de polimerización puede extenderse durante años, con picos de actividad en los primeros meses tras la fermentación maloláctica.
En resumen: el tanino es una molécula viva en el vino, y su transformación depende del equilibrio entre química y tiempo. Una crianza bien gestionada no “suaviza” los taninos como por arte de magia: los transforma a través de un proceso químico de complejidad fascinante.
Vamos a deternos y a coger aire para lo siguiente. Hasta aquí, el recorrido ha sido estructural. He intentado trazar la anatomía invisible del tanino: su naturaleza química, sus múltiples orígenes y el proceso mediante el cual se transforma y evoluciona en el vino. Hemos visto que no existe un tanino universal, sino una familia de compuestos que interactúan, cambian y —como casi todo en el vino— dependen más del contexto que de la cantidad.
Pero toda esta estructura cobra sentido cuando se traduce en sensación. Porque los taninos no existen para ser descritos, sino para ser percibidos. Y ahí empieza otro viaje: el de la boca. ¿A qué sabe un tanino? ¿Cómo se diferencia el amargor de la astringencia? ¿Por qué algunos vinos secan y otros envuelven? ¿Qué pasa cuando el tanino está en un blanco, o en un espumoso?
De todo eso hablaré en la segunda parte. Porque si esta entrega ha sido una exploración de la química, la siguiente será una lectura del cuerpo: del tacto, del volumen, de esa arquitectura sensorial que sostiene el vino sin que nadie la vea, pero todos la sientan.